jueves, junio 09, 2005

La caravana de la vida - Segunda Parte –

(Continuación...)

9 de junio de 2005

7,30 a.m.

Santiago me cuenta que la forma de organización de los pueblos indígenas es más eficaz que los sindicatos. En los sindicatos los dirigentes se venden, a menudo se dejan comprar por los políticos de turno, traicionando a sus bases.

Justamente eso mismo me contó un minero llamado Francis en Pulacayo unos días atrás: el ex-líder del sindicato minero de Pulacayo firmó en 1959, ya en el gobierno, el cierre de la mina, dejando a varias decenas de miles de mineros sin empleo. Desde entonces Pulacayo es un pueblo fantasma, a pesar de haber sido la cuna de la revolución del 52 en Bolivia, y el lugar donde un 8 de noviembre de 1946 se firma la Tesis de Pulacayo, un documento que plantea la emancipación de la clase obrera en el país (ver http://www.pt.org.uy/textos/temas/pulacayo.htm).

Cuando una autoridad indígena del ayllu traiciona a su pueblo, me cuenta Santiago, lo castigan azotándolo en frente de toda la comunidad.

Seguimos cruzando y esquivando barricadas de piedras, continuamente. A cada rato debemos detener el coche para empujar las piedras fuera de la carretera y poder pasar. Bueno en realidad quienes salen del coche son Santiago y Florentino. Después del segundo piquete Santiago me ha pedido que permanezca dentro del coche todo el tiempo, ahora sentado entre Genovevo y Florentino. Llevo puesto el sombrero de este último bien ceñido y la bufanda enroscada en la cara para que no vean que no soy uno de ellos.

Llegamos a un tercer piquete, lo pasamos sin problemas. Los piqueteros son indígenas de otros ayllus, conversan un rato con Santiago, nos saludan y seguimos viaje a Sucre. Así vamos atravesando un piquete tras otro. En algunos hay varias decenas de indígenas, en otros varios cientos.

Varios camiones llenos de mineros que vienen de Potosí y de Oruro nos han alcanzado y adelantado ya. La caravana de vehículos va agrandándose a cada rato. Debemos ser unos 10 vehículos entre camionetas, coches, camiones y autobuses. Ahora son ellos, los mineros, quienes al llegar a una barricada de piedras se bajan en tropel, y en un santiamén retiran las piedras a los costados de la carretera para que podamos pasar todos. La operación se repite, una vez tras otra. Cuando salimos de Potosí esperaba encontrar tres bloqueos de carretera, que es lo que decían los medios. No llevamos ni un tercio del camino y ya hemos atravesado unas 15 barricadas de piedras.

Santiago empieza a contar que las leyes vigentes no favorecen a los pueblos originarios. El estado no reconoce las tierras de sus ancestros. También quieren regular los sueldos de los políticos y legisladores. No puede ser que en un país con tanta pobreza un legislador gane 30,000 Bolivianos (unos 3,000 Euros), mientras la mayoría del pueblo se rompe el espinazo para ganar un mísero sueldo de 400 o 500 Bolivianos por mes (40 a 50 Euros). Quieren acabar con eso, pues en su opinión esos sueldos tan altos hacen que los legisladores quieran ocupar su escaño no por patriotismo, sino por interés. Con sueldos más bajos, quien esté legislando será realmente porque ama a la patria, argumenta.

Los compañeros de viaje también plantean la necesidad de nacionalizar el gas y el petróleo, de forma que se industrialice en Bolivia y así generar más empleo para su gente. Actualmente las multinacionales se llevan los hidrocarburos en bruto, no dejando en Bolivia más que unos míseros royalties y los pozos secos cuando éstos se agotan.

9,10 a.m. Llegamos a una tranca (barrera levadiza) de la policía. Parece que hay que pagar algo, así que el taxista se baja. Al volver comenta jovial que los mineros le querían meter dinamita a la tranca! Pasamos la barrera y seguimos viaje. Faltan unos 50 Km para Sucre.

Hace un rato que se acabó la última bolsa de hojas de coca. Nos han sido muy útiles las hojas, en todos los piquetes nos piden hojas. Debemos haber pasado ya unos 20 piquetes, y más de 80 puntos con rocas y piedras atravesando la carretera. La carretera de Potosí a Sucre, normalmente muy transitada, parece una carretera fantasma. Sólo circula por ella a toda velocidad ahora nuestra caravana de vehículos que se dirige a Sucre. En cuatro horas de viaje no nos hemos cruzado ni un solo vehículo en dirección contraria.

A medida que nos acercamos a Sucre las barricadas en la carretera son de ramas de churqui, un árbol que tiene unas espinas de 3 a 4 centímetros que es capaz de agujerear hasta una rueda de camión. Me digo que los taxistas que nos están llevando a Sucre son unos héroes, o están muy necesitados del dinero (probablemente ambas cosas). No saben cuando van a poder regresar de Sucre, todo depende de lo que ocurra en la sesión del Congreso que debe comenzar en media hora. Nuestro taxista ya ha tenido que cambiar la rueda de repuesto una vez (después del segundo piquete), y llevamos un clavo clavado en una de las ruedas buenas, así que necesitamos un taller cuanto antes. Pero todo está cerrado, ni en el pueblo de Santiago, que atravesamos hacia las 9,20 a.m., encontramos un taller abierto.

9,35 a.m. Otra barricada de churquis, hay que bajarse a retirar las ramas y a barrer la carretera, pues las espinas quedan sembradas en el asfalto. Anselmo, otro curaca se me acerca en el borde de la carretera y me comenta orgulloso la diferencia entre el segundo piquete del sindicato (que casi no pasamos) y todos los posteriores, de sus hermanos indígenas, donde no hemos tenido ni un problema en cruzar.

Volvemos al coche. Genoveva prende su radio portátil, la única emisora que logra sintonizar está entrevistando a líderes sociales e indígenas. Ambos exigen que los Presidentes de las cámaras alta y baja del Congreso renuncien a la sucesión Presidencial. Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS), pide justicia para los pobres y transformaciones profundas en la economía, así como la nacionalización de los recursos naturales. Morales acusa al embajador de los EEUU de estar por detrás de la posible asunción del poder de Hormando Vaca Díez.

Todo parece indicar que los amarres políticos ya están tejidos para que los partidos tradicionales (el MIR, el MNR…) sigan aferrándose al poder, a través de Vaca Díez. La radio informa que acaba de llegar a Sucre por avión un vuelo con los diputados del MAS. Todo parece estar listo para que el Congreso comience a sesionar en breve, como estaba previsto. Son las 9,40 a.m.

10 a.m. Otra barricada nos hace parar. Miro a mi izquierda, y en una loma veo unos 15 o 20 soldados bien pertrechados, con sus fusiles en mano. A mano derecha, sobre otra loma, otros tantos soldados. Me entra un escalofrío.

Avanzamos un poco y veo una fila de soldados atravesados en la carretera. Están en lo alto de la cuesta que estamos remontando. Paramos justo delante de ellos. Nuestra caravana está compuesta por unos 10 vehículos. Se nos acercan los soldados, rodean el coche. Todos los compañeros indígenas se bajan del coche para dialogar con los soldados, así que me quedo sólo en el coche. Cubro toda mi cara con la bufanda, dejando una ranura para poder ver, y me ciño el sombrero. No quiero que me reconozcan como extranjero y tener que responder preguntas.

Justo en ese momento, mi teléfono móvil recupera la cobertura que dejó de tener al poco de salir de Potosí, cuatro horas atrás. El teléfono empieza a pitar al recibir los mensajitos que anuncian que hay mensajes de voz grabados, supongo que son de Euskadi Irratia y Radio Euskadi. Un soldado está merodeando el coche y mirando hacia dentro cuando empieza a sonar mi teléfono. Lo cojo con disimulo y respondo. Es Nekane Peñagarikano de Euskadi Irradia. Bastante tenso le respondo en euskera que es mal momento para hablar, que estamos en un retén militar, que por favor llame más tarde. A la pobre Nekane la pillo desprevenida, creo que le asusto un poco con la gravedad de mi voz, queda en llamar más tarde. Cuelgo.

Comienzan a llegar más camiones de mineros. La gente empieza a salir de los vehículos y a acercarse al retén militar. En un instante los soldados se forman en dos filas atravesando todo el ancho de la carretera, una fila adelante con una rodilla al suelo, y otra por detrás de esta. Se llevan los fusiles al hombro y toman posición de tiro, ¡apuntan hacia la gente!. Me entra un vacío en el estómago, se me encogen las tripas y me quedo frío. A mi alrededor la gente parece más tranquila, así que yo también me tranquilizo, pienso que los soldados nos quieren intimidar para que nos demos media vuelta y regresemos a Potosí.

Al rato vienen varios compañeros indígenas, que han estado conversando con un grupo de militares. Cuentan que no hay forma de pasar, que la policía y el ejército tienen órdenes estrictas de no dejar pasar a nadie hacia Sucre. A nuestro lado está el mojón de carretera que dice “Km 27”. Es la distancia que resta para llegar a nuestro destino: Sucre.

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