viernes, marzo 11, 2005


El día en que hice esta excursión en barco me agobié muchísimo, por la cantidad de gente en el barco, por la ansiedad de los turistas en sacar la mejor foto, aunque sea a costa de darle un codazo a quien tiene al lado para conseguir un mejor ángulo. Me sentí agradedido, un turista de no se donde me dice que salga de la esquina donde estaba contemplando esta maravilla porque quiere sacar una foto. Al final acabé refugiándome en los espacios libres, que eran muchos, pues como si fueran imanes todos se agolpaban en la misma parte de la cubierta, mientras desde otras partes se observaba todo igual de bien. Ante la quietud majestuosa de estos glaciares milenarios (que son lo que quedó de la última glaciación hace 12,000 años), su silencio, sólo quebrado por el desprendimiento de algún tempano de hielo, los humanos volvíamos a dar el espéctaculo: en vez de quedarnos sin palabras, quietos, abrumados por estos hielos que hablan sin palabras, ahí estábamos, perdiéndonos el momento, y preocupados en obtener una instantánea, una escena de video. Se me ocurrió cuanto tenemos que aprender de la naturaleza, si tan sólo la observáramos un poco más!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como bien dijo Sartre, "el infierno son los otros". Un beso de la reina